miércoles, 17 de febrero de 2010

¿Vocación, profesión o negocio?



El pasado domingo 7 de febrero de 2010 en contraportada EL PAÍS publicó una entrevista a la arquitecta italiana Benedetta Tagliabue, socia y compañera del malogrado Enric Miralles.


“Ha sido mi amigo, maestro y mi compañero de vida”.

Fotografiada en la escalera del Círculo de Bellas Artes de Madrid (el edificio que más me gusta de Antonio Palacios), hablaba de manera distendida de la profesión.

- Se dice que los arquitectos tienen un ego que se lo pisan.
 
- Pues sí. Seguro. Si eres un poco inteligente y no tienes ego, cambias de profesión. Se gana poco, se trabaja mucho y tienes ese sentido de la responsabilidad de ir siempre de bombero. Pero tiene también la belleza de hacer las cosas un poco artesanalmente.

- Se gana poco … ¿no le han dicho que hay que venir ya llorado de casa?

- Pues no, no me lo han dicho (ríe). No es una profesión en la que nadie llegue a hacerse rico a la altura de los top de cualquier otra profesión.


Más allá de las bromas me quede un ratito pensando en el hecho de si en la arquitectura se gana mucho o poco dinero.

El valor del dinero es relativo. Para quien tiene mucho más de lo que necesita, el dinero no tiene más valor que el que se le da a unos papeles, numerados y de colores, a cambio de los cuales puedes tener cosas. Decía un amigo mío, a propósito de cromos y cambalaches, que la única diferencia entre los hombres y los niños, residía precisamente en el precio de los juguetes. Y puede ser que sea verdad.

No tengo la sensación de que la arquitectura sea una profesión en la que se gane poco dinero, pues es de necios negar que el sueldo medio de un arquitecto es muy superior al sueldo medio, pongamos por caso, de un español medio. Sobre todo teniendo en cuenta (y según las estadísticas, manipuladas o no) que el 68% de los españoles/españolas dicen ser mileuristas.

Pero de lo que sí que estoy seguro (o al menos casi seguro) es que los estudios de arquitectura no son un buen negocio. En la mayoría de los casos se reducen a su titular, que trabaja a cambio de su propio salario, o tienen menos de 5 personas de plantilla (2 o 3 arquitectos asociados, un estudiante, a veces un delineante), muy pocos tienen, por ejemplo, secretaria.

Los estudios (o talleres, como a mí me gusta llamar al nuestro) viven fundamentalmente de las ideas, pero tarifan por otros conceptos: presupuesto, superficie, edificabilidad, resultados. Si los estudios de arquitectura fueran realmente un buen negocio, habría empresas de arquitectura cotizando en bolsa o, al menos, tendrían socios ajenos al mundo de la arquitectura en su distribución accionarial.

Sin embargo, nos encanta lo que hacemos y no tenemos ninguna intención de cerrar nuestras puertas. A pesar de que quizá tener un estudio de arquitectura no sea exactamente lo que se entiende por un buen negocio.

Por cierto, entre nuestros socios sí que hay personas ajenas al mundo de la arquitectura. :-)
Luis Cercós (LC-Architects)


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