martes, 17 de noviembre de 2009

ANDAMIOS



IN MEMÓRIAM (y con permiso) de Mario Benedetti
(Paso de los Toros, 1920 – Montevideo, 2009)


Después de mucho ir y venir, vivió sus últimos días en una ciudad que amaba profundamente: Montevideo, la pequeña capital de un pequeño gran país: la República Oriental del Uruguay.


Educado en un colegio alemán, se ganó la vida, más o menos sucesivamente, como taquígrafo, vendedor, cajero, contable, funcionario público y periodista. También fue poeta. Y en muchas otras ocasiones, narrador de historias.


Hay quién dijo, en realidad no sé si alguien lo dijo alguna vez, pero a mí me sirve para explicar lo que siento, que la diferencia entre Argentina y Uruguay es proporcional a la que hay entre Borges y Benedetti.


Pero no he traído a Benedetti aquí para hablar de lo que yo pienso, sino de lo que pensaba él entre 1994 y 1996, entre Madrid, Montevideo, Buenos Aires y el puerto de Pollensa en Mallorca. Pensaba él, básicamente en ANDAMIOS y por eso está en este blog: un blog triste porque el poeta se marchó, y esta vez para no volver, no hace mucho tiempo.


El caso es que un andamio no es, aparentemente, otra cosa que un armazón de tablones o plataformas, puestos horizontalmente sobre vigas (antes de madera) o tubos de acero y sostenidos, unas veces sobre pies derechos (¿por qué no izquierdos?, preguntó D. Mario) y otras sobre puentes, “o de otra manera, que sirve para colocarse encima de ella y trabajar en la construcción o reparación de edificios, pintar paredes o techos, subir o bajar estatuas u otras cosas, etc. U. t. en sentido figurado”. (Le gustó a Benedetti, sobre todo, “eso de las estatuas”).


Y digo que un andamio es, aparentemente eso, porque en realidad es eso y también muchas cosas más: es un tablao y también puede ser un adarve y, antiguamente, "movimiento o acción de andar”. Eso sí: “modo o aire de andar”, manera de caminar, de acá para allá. Y mientras tanto, viviendo. O lo que es lo mismo: envejeciendo.


ANDAMIOS no es una novela (y no lo digo yo sino su autor: Mario Benedetti) sino una sucesión de andamios, pues todo “régimen en construcción continua” precisa de andamios, y más aún si “jamás está terminado”.


Aunque como diría Alvaro Siza, quizá no siempre sea necesario terminar completamente las cosas, pues “un aspecto que me impresiona mucho en la arquitectura y en la ciudad de nuestro tiempo es el empeño en llevarlo todo a su acabamiento, a su final, a su finalización. Esta tensión hacia una solución definitiva impide la complementariedad entre las varias escalas, entre el tejido humano y el monumento, entre el espacio abierto y el construido. Hoy cualquier intervención, aunque sea pequeña y fragmentaria, se obstina en conseguir una imagen final. Así se explica la dificultad de la compenetración entre las distintas partes de la ciudad”.


Luis Cercós (LC-Architects)


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